Vivimos una crisis sanitaria y económica sin precedentes, en todo el mundo. Más de un tercio de la población mundial está en confinamiento, trabajando desde casa, los que podemos, sin la libertad de salir a dar un paseo, algo tan simple y que todos damos por hecho. Todo con el objetivo de salvar vidas, porque nuestros mayores (principalmente) están muriendo, y las medidas de contención y distanciamiento son claves para parar la pandemia.
Es complicado, muy complicado.
En momentos de incertidumbre, es cuando los miedos y el estrés aparecen con más fuerza. Cada día, sufrimos un bombardeo de noticias sobre las muertes causadas por el coronavirus, sobre la crisis social y económica que lo sobrevivirá. Asistimos a un aumento de la crispación social, a causa de las medidas que toman (o no toman) los gobiernos. Pero también somos testigos de los gestos solidarios de millones de personas. Ante los grandes desastres, los seres humanos tendemos a unirnos, está demostrado que la solidaridad aumenta la supervivencia.
Pero es complicado, muy complicado.
Ya son varias las noches que me desvelo a las 3 o 4 de la madrugada atormentado, pensando en los miles de personas que están muriendo, solos. Deseando no tener que pasar por eso. Preguntándome si esta será la nueva realidad que nos toque vivir a partir de ahora. Y la ansiedad me puede, ya no hay sueños, sólo pesadillas.
Mi forma de lidiar con la montaña rusa emocional de estos días es preocuparme por los que tengo cerca. El término cerca, además, pierde estos días su significado físico, cuando tu mundo se reduce a las 4 paredes de tu casa, y adquiere un componente desde el punto de vista emocional y del afecto. Me ayuda pensar más en los demás, en mi familia, en mis amigos, en mi equipo, en todas aquellas personas con las que he coincidido en algún momento de mi vida, y que de alguna forma aprecio. Pensar cómo lo estarán pasando, imaginando que probablemente estén tan asustadas como yo de la situación. Y me ayuda darle ánimos. Y cada día hago lo que estoy denominando "la ronda", invierto cada mañana un rato en escribir a unos cuantos de ellos para preguntarles ¿qué tal estás?, para decirles que espero que ellos y su familia estén bien, para decirles que si alguna vez se sienten solos y necesitan hablar con alguien, que pueden contar conmigo. Y siempre termino dándole ánimos. Porque es lo que yo necesito, es lo que me ayuda.
No sé cómo has llegado a este texto, no sé si te conozco o no, pero espero que tú y tu familia estéis bien.
Ánimo, todo va a salir bien.